sábado, 1 de mayo de 2010

UNA HORA DE TRABAJO


El hombre regresó del trabajo a su hogar, cansado e irritado, y encontró a su pequeño hijo esperándolo en la puerta.

- Papa te quiero preguntar algo.
- Si, ¿que es? - respondió el hombre.
- Papá, ¿cuánto dinero ganas en una hora?
- ¡Eso no es asunto tuyo! ¿Por qué me preguntas eso? - contestó enojado
- Solamente quería saber. ¡Por favor dime!, ¿Cuánto ganas por hora? - pidió el hijo.
- Si tanto te interesa saber ... gano 1000 pesetas por hora.
- Ah - contestó el niño - ¿me puedes prestar 500 pesetas, por favor?
El padre se enojó.
- ¡Si la única razón por la que querías saber cuanto gano, es para pedirme dinero para comprar un juguete u otra cosa sin sentido, vete ya mismo a la cama! ¡Piensa por qué eres tan egoísta! ¡Trabajo mucho, muchas horas cada día y no tengo tiempo para cosas como estas!

El hijo se fue a su habitación y el hombre se quedó enojado por la pregunta. ¿Cómo se atrevió a preguntarle tal cosa solo para obtener dinero? Después de un rato se calmó y pensó que estuvo un poco duro con su hijo. Tal vez había algo que realmente necesitaba comprar con 500 pesteas, y además no pedía dinero frecuentemente.
El hombre fue a la habitación del niño y le dijo

: - Estuve pensando que tal vez estuve muy duro contigo antes. Ha sido un largo día y descargué mi irritación en tí. Aquí tienes el dinero que me pediste.
El niño se sentó y gritó: - ¡Gracias papá! Entonces, buscando bajo la almohada, sacó más dinero.
El hombre, viendo eso, comenzó a enojarse de nuevo.
El niño se puso a contar el dinero.

- ¡¿Para qué querías más dinero si ya tienes?! .- refunfuñó el padre.
- Porque no tenía suficiente, pero ahora lo tengo - respondió el niño.
Finalmente miró al hombre y le dijo: - Papá, tengo 1000 pesetas ahora. ¿Puedo comprar una hora de tu tiempo?

martes, 19 de enero de 2010

HISTORIAS MOTIVADORAS

LA BARBERIA
Un hombre fue a una barbería a cortarse el cabello y recortarse la barba, como es costumbre en estos casos, entabló una amena conversación con la persona que lo atendía. Hablaban de tantas cosas y tocaron muchos temas. De pronto, tocaron el tema de Dios.
El barbero dijo:
- Fíjese caballero que yo no creo que Dios exista, como usted dice.
- Pero, ¿por qué dice usted eso? -preguntó el cliente.
- Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe.
O... dígame, acaso si Dios existiera, ¿habría tantos enfermos?, ¿Habrían niños abandonados?
Si Dios existiera, no habría sufrimiento ni tanto dolor para la humanidad.
Yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas.
El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión.
El barbero terminó su trabajo y el cliente salió del negocio. Recién abandonaba la barbería, vio en la calle a un hombre con la barba y el cabello largo; al parecer hacía mucho tiempo que no se lo cortaba y se veía muy desarreglado. Entonces entró de nuevo a la barbería y le dijo al barbero:
- ¿Sabe una cosa? Los barberos no existen.
- ¿Cómo que no existen? -preguntó el barbero-. Si aquí estoy yo y soy barbero.
- ¡No! -dijo el cliente-, no existen! porque si existieran no habrían personas con el pelo y la barba tan larga como la de ese hombre que va por la calle.
- Ah, los barberos sí existen, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mí.
- ¡Exacto! -dijo el cliente-. Ese es el punto.
Dios sí existe, lo que pasa es que las personas no van hacia él y no le buscan,
por eso hay tanto dolor y miseria.